México necesita un frente artístico e intelectual contra la violencia: Le Clezio

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“Me da mucha lástima lo que ocurre en México, porque es un país que adoro”, dice el narrador y ensayista en charla con La Jornada.

Amable y sonriente, Le Clezio añade: “No entiendo lo que está pasando. Cuando vine a México hace más de 40 años era posible ir a todos lados; las personas eran muy abiertas, en el campo no había peligro, en las carreteras no había peligro, y además había la reputación de un México fuerte, un México con un valor intelectual muy importante”.

Sin embargo, las cosas han cambiado “y no entiendo por qué, porque el pasado de México, su valor espiritual, intelectual y artístico es enorme. Existe todavía de manera muy fuerte, pero quizá las dificultades económicas y probablemente morales han ido destruyendo esta reputación”.

Hay que recordar, añade, que hablamos de un país “que fue el primero en moverse contra la fuerza del capital durante la Revolución, y esta reputación debería seguir. Para mí la primera vez que escuché hablar de dificultades fue por Octavio Paz; me dijo que no quería salir más de su departamento de Paseo de la Reforma, porque pensaba que era peligroso; eso me parecía muy raro. Ahora sí es peligroso; eso es lo que ha cambiado”.

Lo que se necesita para salir de esta situación es “un frente intelectual y artístico contra la violencia, porque el arte en México siempre ha estado del lado de la justicia, del honor y del valor. Desde luego, hay esperanza, por la imaginación que existe en México. En este país siempre hay posibilidades para encontrar las soluciones. Creo que la solución la tienen los intelectuales y los artistas”.

Por no separar las culturas

Otra alternativa es la interculturalidad, uno de los temas que ocupan y obsesionan a Le Clezio. “Me gustaría que pudiera existir aquí una Secretaría de la Interculturalidad, como en Bolivia o Ecuador. Sería bueno, porque los mexicanos practican la interculturalidad, pero no lo saben. Habría que fomentarla.

“Desde luego, una de las soluciones está en la interculturalidad, en no separar las culturas, las tradiciones, los entendimientos. Esa sería una fuerza de resistencia contra la violencia.

“Quizá la interculturalidad sea el tema del que hable este miércoles”, durante la inauguración del Hay Festival, adelanta el Nobel de Literatura 2008, a quien el jurado consideró en ese entonces como “el escritor de la ruptura, de la aventura poética y de la sensualidad extasiada, investigador de la humanidad fuera y debajo de la civilización reinante”.

Cuatro años después del recibir el galardón, Jean-Marie Gustave Le Clezio hace un breve balance. “Hay una vida antes y después del galardón, pero haberlo obtenido no hizo que escribiera diferente. El Nobel es un premio apreciable, pero es un reconocimiento literario; no es una consagración, sino una especie de apoyo. No podía influir sobre mi forma de escribir. Lo único que resultó de eso, que fue muy bueno, es que ahora los bancos, los banqueros, tienen una sonrisa. Antes tenía una dificultad económica que ahora no existe, pero que quizá existirá en el futuro”.

 Me preocupa México, porque es un país al que adoro, manifiesta Jean-Marie Gustave Le Clezio durante la charla con La JornadaFoto Sergio Hernández Vega

–¿Qué hizo con el dinero del premio?

–Pagué a los bancos, porque tenía deudas enormes. Ahora tengo la sonrisa de mi banquero.

Hace dos años, Le Clezio (Niza, 1940) concedió una entrevista a La Jornada. Desde entonces, dice, “he viajado, he escrito libros, cuentos, he leído… He dormido también. Viajo escribiendo. En realidad no soy un viajero. A mí no me gustan los velices, los pasaportes, las fronteras, pero acepto esas dificultades para poder encontrar gente, conocer personas, especialmente para encontrarlas en culturas que me agradan, que me ofrecen algo nuevo, como la cultura michoacana, por ejemplo”.

Ha escrito, y su libro más reciente se publicó hace unos seis meses en Francia, con el título Historia del pie y otras historias fantásticas. Sigue trabajando en un ensayo acerca de tres escritores mexicanos: Juan Rulfo, Luis González y González y Sor Juana Inés de la Cruz, “quien fue la primera mujer en afirmar la identidad mexicana”.

Escribe además una nueva novela acerca de la esclavitud. “La esclavitud fue un crimen y no se castigó a los criminales. En mi familia hubo criminales y tengo que resolver esa contradicción interna”.

Son ya 65 años dedicados a la escritura. “Comencé a los siete años y creo que fundamentalmente no he cambiado porque, cuando yo tenía esa edad, mi meta era encontrar amistades por medio de la escritura, y creo que lo que me motiva realmente es acabar con la muralla de indiferencia. Es algo que me hizo sufrir bastante cuando era adolescente y el arte, especialmente la literatura, la poesía, me han dado alas para pasar sobre la muralla.

Muchos años, muchos premios, medio centenar de libros pero definitivamente no ha cumplido sus sueños de escritor. “¡Eso sería una pesadilla!”, dice sonriendo.

“La literatura es difícil, es un oficio de soledad que no se hace en la fiesta, se hace en el relativo aislamiento de un cuarto o de una pared invisible. No es tan fácil. El mundo moderno tiene muchas tentaciones y hay que resistirlas”, agrega el autor de Las profecías de Chilam Balam y El atestado, su primer libro.

Sigue escribiendo a mano. “En eso tampoco he cambiado. Soy muy malo con la máquina de escribir y peor con una computadora”. Su objetivo ahora es escribir el libro perfecto.

La literatura como hogar

–¿Es posible escribir un libro perfecto?

–Creo que sí. Todavía tengo unos años por delante para hacerlo. Es como aquel libro que soñé una vez. Me desperté en la mañana habiendo escrito el libro perfecto, pero después el sueño se desmayó, se fue como una nube.

–Los críticos dicen que su libro perfecto es Revoluciones…

–Bueno, agradezco a la crítica, pero el libro perfecto sería el que escribiré en el futuro, que sería mejor que los que ya he escrito.

“Quiero seguir escribiendo. La literatura es mi hogar. La literatura no ha cambiado. Es algo que tiene que ver con el cuento, los cuenteros, el sueño, la imaginación, la libertad.

“Las formas que tiene la literatura pueden cambiar ligeramente, pero en lo profundo creo que es la misma necesidad de inventar, no un mundo mejor, sino un mundo más liviano. Quizá un mundo más libre.”

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