México debe cambiar

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Si todos viéramos hacia el futuro y lográramos concebir los efectos positivos que para la actividad económica y el desarrollo social de la nación significa el hecho de que el Gobierno Federal y las entidades federativas cuenten con presupuestos suficientes, aceptaríamos -como lo han aceptado otros países con niveles de captación fiscal y de desarrollo muy superiores al nuestro- que las oportunidades, el bienestar y el progreso generalizados de una nación tienen un precio cuyo pago todos estamos obligados a cubrir. Un gobierno financieramente fuerte es un importante motor para la detonación del crecimiento económico y el avance social, pues la derrama monetaria emanada de las cuantiosas inversiones en materias torales como obra pública, salud, nómina educativa, gasto social y gasto operativo gubernamental, desencadena un virtuoso efecto multiplicativo en el movimiento de todos los sectores de la economía de la nación. En el caso opuesto, una situación de insuficiencia financiera o déficit presupuestal gubernamental es nociva, porque en muy corto plazo produce un endeudamiento, empobrecimiento e inoperancia del aparato público, que lo incapacita para atender las necesidades y demandas de la sociedad, desembocando en un anquilosamiento del gasto público cuya repercusión es la recesión o el estancamiento de todas las actividades económicas del país.

México no puede esperar. Los altos niveles de marginación, pobreza y delincuencia que durante la última década han azotado con más fuerza que nunca a nuestra patria, son claro aviso de la extrema necesidad que hoy apremia al Gobierno Federal para adoptar reformas y políticas públicas sustanciales que permitan a este, con la coparticipación de la sociedad, dar un significativo viraje o golpe de timón respecto a las actuales circunstancias que hoy se traducen en una fragilidad institucional y una vulnerabilidad social evidentes, que a todos nos indignan y, peor aún, de un modo u otro nos laceran.

El conglomerado de reformas hacendaria, financiera, energética, educativa, laboral y política que en medio de penalidades se ha venido impulsando por el gobierno de la república y/o los principales partidos políticos nacionales, tiene por objeto elevar la calidad de vida y mejorar los patrones de convivencia de la población, mediante la creación de condiciones de institucionalidad y sustentabilidad socioeconómica y política que brinden certidumbre y confianza respecto al rumbo del país, para consolidar de manera integral la multicitada estabilidad macroeconómica que hoy la comunidad internacional le reconoce a México. 

Hoy somos, pese a nuestra innegable y mundialmente reconocida condición de sanidad macroeconómica, entre las naciones integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, uno de los países con menores índices de recaudación fiscal, así como de ingreso per cápita y calidad educativa. El Poder Ejecutivo Federal necesita dinero para poder ejecutar las políticas, planes y programas que impulsen el desarrollo de esta federación que todos los habitantes de las 32 entidades federativas conformamos, e incidir así en una real y significativa transformación. Entendámoslo: México necesita cambiar para salir del subdesarrollo; y el logro de dicho cambio no puede ser producto de un milagro, pues exige que todos estemos dispuestos a aportar la parte que nos corresponde.

carlosjaramillovela@yahoo.com.mx

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