Rex Tillerson –mandamás de la máxima trasnacional de Estados Unidos, la legendaria petrolera ExxonMobil, quien ostenta un salario de 40.3 millones de dólares al año– presentó una demanda legal, en la que cita las “consecuencias del fracking”, con el fin de bloquear la construcción de una torre de agua de 50.6 metros junto a su dañada propiedad valuada en 5 millones de dólares en Texas (http://thinkprogress.org/climate/2014/02/21/3316881/exxon-ceo-protests-fracking/
ExxonMobil, con sede en Texas, no es una trasnacional cualquiera: representa “El imperio privado y el poder de EU” (Penguin Books, Nueva York, 2012), según el autor Steve Cole, galardonado con el Premio Pulitzer.
ExxonMobil, junto a Apple y Google, se encuentra a la cabeza de las máximas trasnacionales de Estados Unidos, medidas por su valor accionario, según el ranking de The Financial Times.
Rebecca Leber, del portal Think Progress, comenta que ExxonMobil, mediante su polémica subsidiaria XTO Energy, “es el máximo productor de gas natural en Estados Unidos” que se basa en la “controvertida tecnología de exploración para extraerlo” (léase: la fracturación hidráulica, fracking).
Rebecca Leber cita un reporte de The Wall Street Journal sobre la torre de agua cercana a la casa de Rex Tillerson que abastecería un sitio cercano al fracking que requiere de inmensas cantidades del líquido que, por cierto, ha contaminado los mantos freáticos cada vez más secos de Texas.
A juicio de la feroz crítica Rebecca Leber, las operaciones de petróleo y gas de ExxonMobil no solamente resultan en depredaciones, que han destruido casas y regiones, sino también provocan el desplome del valor de las propiedades. ¿Quién querrá vivir en medio de tanta contaminación letal?
El quejoso Rex Tillerson “arguye que el proyecto causaría mucho ruido (¡supersic!) y tráfico (sic) debido a la transportación del agua de la torre al sitio de perforación”. ¡Qué sensible!
La demanda legal busca una indemnización de 40 millones de dólares por daños (¡supersic!) y exige el desmantelamiento de la polémica torre de agua propiedad de CTWSC (Cross Timbers Water Supply Corporation), anteriormente BWSC (Bartonville Water Supply Corporation), que “venderá agua a los exploradores de petróleo y gas mediante el fracking para las formaciones de shale gas” (lutitas/esquisto/grisú; http://www.bizjournals.com/dallas/news/2014/02/24/exxon-ceo-dick-armey-sue-to-stop-water-tower-in.html?page=al ).
Al unísono, el anterior líder de la Cámara de Representantes de Estados Unidos (del Partido Republicano), el también texano Richard Keith Dick Armey y su esposa entablaron el mismo juicio del mandamás de ExxonMobil, aduciendo daño a su rancho de 2 millones de dólares. Very weird!
Uno de los abogados del sensible quejoso texano especifica que la preocupación de su poderoso cliente petrolero/gasero es referente a la “devaluación de su propiedad”, más que al fracking. Como reza el popular dicho mexicano: que se ejecute la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre.
Extraña doble personalidad del mandamás de ExxonMobil: en su calidad de gasero ha fustigado a los numerosos críticos del fracking y a quienes pregonan su regulación, mientras que su alter ego de propietario presenta una demanda legal debido a la torre de agua cercana a su propiedad que servirá para el fracking. Tal es el prototipo neoliberal de empresarios petroleros/gaseros en Estados Unidos: ganan de todas en los dos bandos antagónicos, simultáneamente como verdugos y víctimas.
Para el mandamás de ExxonMobil, quien expectora el aburrido cuan inoperante mantra neoliberal, la regulación del fracking es anatema: “este tipo de regulación disfuncional (¡supersic!) frena la recuperación de la economía de Estados Unidos, su crecimiento y su competitividad global” (http://www.reuters.com/article/2012/03/09/us-ceraweek-exxon-tillerson-idUSBRE82810B20120309 ).
En referencia al tóxico shale gas y a su vilipendiado fracking, el mandamás de ExxonMobil es laxamente displicente y considera que sus “riesgos son muy manejables” (¡supersic!).
Al texano Rex Tillerson no le perturba que en los “recientes cuatro años se haya incrementado el número de sismos en Estados Unidos 11 veces más que en las tres décadas anteriores” (http://oilprice.com/Energy/Energy-General/More-Scientific-Evidence-Linking-Fracking-and-Earthquakes.html ).
El anterior boy scout y hoy cowboy petrolero texano Rex Tillerson es un súper peso pesado: pertenece al think tank CSIS, al superinfluyente American Petroleum Institute y al Bussines Roundtable (el equivalente, para las principales trasnacionales de Estados Unidos, de la legendaria Mesa Redonda del rey Arturo).
La omnipotente industria petrolera/gasera gasta fortunas para publicitar los “beneficios del fracking”, pero no puede silenciar a sus críticos como el portal Truthdig que arremete contra la doble moral de Rex Tillerson, quien “promueve el fracking en la prensa de Nueva York, mientras entabla una demanda legal por la afectación ambiental a su rancho texano” (http://www.truthdig.com/eartotheground/item/for_exxon_mobil_ceo_frackings_fine_just_not_in_his_backyard_20140225 ).
Pero nada parece detener el delirio en Estados Unidos por el “auge del shale gas como uno de los principales creadores de empleos” y su “revolución energética del siglo XXI”, que cuenta con la genuflexa complicidad del “México neoliberal itamita”. El costo médico/ambiental/social no importa.
Los fundamentalistas neoliberales del NCPA exultan que gracias al fracking el empleo en el sector petrolero creció 40 por ciento desde la recesión de 2007, de acuerdo con el Manhattan Institute, de ultraderecha (http://www.ncpa.org/sub/dpd/index.php?Article_ID=24147 ).
En las antípodas de los panegiristas del shale gas, sus críticos Inside Climate News/Center for Public Integrity/The Weather Channel exponen una investigación que vincula el fracking a la emisión de aire tóxico en Texas (http://www.democracynow.org/2014/2/27/big_oil_and_bad_air_report ).
Más allá de la conocida contaminación y sequía de los mantos freáticos (http://www.jornada.unam.mx/2014/02/09/opinion/012o1pol ), resalta y resulta que en el célebre yacimiento de Eagle Ford (al sur de Texas, que traslapa la transfrontera de México), su fracking contamina en forma tóxica el aire: el sulfuro de hidrógeno “puede ser letal” y el benceno, un componente orgánico volátil, “puede causar cáncer en el largo plazo”.
Se asienta más la contribución al “calentamiento global” del telúrico fracking del shale gas debido a la elevada emisión de metano (http://www.jornada.unam.mx/2014/02/16/opinion/012o1pol ).
Los residentes en las áreas del fracking se quejan de los laxos “reguladores” –”amigables con las empresas y estrechamente interconectados con la industria del petróleo y el gas”– quienes desprecian sus “cefaleas, los olores pestilentes y sus trastornos respiratorios”.
También lamentan nostálgicamente el fin de la vida bucólica rural cuando en cinco años el “auge” del shale gas transformó a Texas en un panorama dantesco de proliferación de pozos y plantas procesadoras para el telúricamente tóxico fracking.
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