“¡Aullido! ¡Maldito infrarrealismo!”, vocifera Abraham Sánchez al anunciar la primera llamada, con un salto desde el templete, un salto al vacío, dijo el sábado pasado. Es uno de los organizadores del primer slam de poesía del colectivo Editorial Circo Literario. La propuesta es hacerlo bimestralmente en este espacio de la Universidad Nacional para crear un círculo slamero.
“Lucho con cartucho de palabras”, grita en un ritmo con apariencia sonora de hip hop. “A este poeta sin libreta con mente de escopeta que escupe letras y va buscando una respuesta detrás de esa puerta, la vida está muerta. ¿Dónde estás amor?, ¡contesta! Pero que siga esta fiesta de versos y más versos.”
En entrevista, cuenta que el slam poetry surgió en Chicago. Los clubes de jazz fueron de los primeros escenarios en Estados Unidos donde se realizaron, en la década de los 80 del siglo pasado, y se acredita su invención a Marc Smith. Luego esta forma de competencia poética se esparció por todo el mundo.
Poeta veinteañero, Abraham Sánchez expone que la invitación es para todos los poetas callejeros que quieran presentar su poesía en voz alta, para que los lean con los oídos. “Los jóvenes están muy interesados en la poesía, más de lo que parece en las escuelas, que te lo pintan aburrido. Al contrario, en las calles es muy dinámica, se mete el performance, el rap. Y como no es una lectura aburrida, aplauden, abuchean, es más dinámico”.
El foro al aire libre en el espacio cultural en pleno Bosque de Chapultepec recibió el ciclo de Poesía en Voz Alta con su escenario efímero y sillas plásticas, ocupadas en su mayoría por jóvenes entusiastas listos para dar a conocer su poesía.
Otros prefieren sentarse en el pasto del jardín, sembrados con frigoríficos arte objeto. Se divisa el pequeño lago infestado de lanchitas azules. Un par de hombres incluso yace sin camisa para ofrendar la espalda al sol. “Se busca una utopía”, se lee un cartel en el suelo, junto a un sombrero de copa y una rosa amarilla.
Luis Trejo es elegido para abrir el encuentro de slam, de una lista de 40 participantes inscritos por correo electrónico o antes de comenzar la competencia. También, en ese momento se eligió entre el público a los tres jurados que emitirán calificaciones. Así, los mejores pasaron a la ronda final donde improvisaron con palabras y objetos sorpresa. El ganador se llevó un óleo habitado por un rostro de mujer, un perro lanudo y unas ruinas.
Los abucheos, las bromas, las porras y las risas se esparcen entre cada participación y la calificación emitida.
“Me dicen loco, cuando camino solo y hablo con mi sombra. Intento alcanzar la inasible sensación de alegría bajo esta carne ahogada en una lluvia epiléptica de risas”, abre las lecturas Luis Trejo, entre aplausos y gritos efervescentes de juventud.
Así, pasan Julio Bito con melena en el rostro; Betsy Numen “leyenda del slam mexicano”; El Honesto Roy con una temblorosa hoja de papel en su mano; El Gremlin Pelos Verdes, hasta agotar los versos sobre el futuro, la corrupción del poder o sobre el deseo entre los muslos. El barullo y gritoneo de los vendedores al otro lado de las rejas alcanza a llegar como murmullo de la realidad.
Minutos antes, los poetas iban llegando, ocupando el verde de las sillas o del pasto, como algunos probablemente imaginaron a los viejos poetas en San Francisco o en los clubes de jazz en el siglo pasado. Un par de niños en carreolas, mientras sus padres comen fritangas, ocupan parte de la primera fila, al ver el encuentro poético en un sábado de paseo.
“¿Qué onda? ¡Cuánta elegancia!”, le dicen al que porta aterciopelado saco verde, pantalón entubado rojo. “Yo vengo a hacer poesía”, exclama otro de los jóvenes. Luego, uno a uno, ofrecen sus versos, donde se vale de todo en los jardines de Casa del Lago. La Jornada