La lluvia incesante no impidió que Spencer Tunick creara Espíritus

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 Los entusiastas participantes convocados por el artista permanecieron a la espera de sus instrucciones, de las 14 a las 18 horas; con el mismo entusiasmo corrían en busca de su ropa al terminar la sesión

San Miguel Allende, 4 de noviembre. “¡La calaca!,” gritaron al unísono 154 personas, hombres y mujeres, de diferentes edades, empapadas hasta el último rincón de su cuerpo desnudo, al final de su participación, en la instalación Espíritus, del artista neoyorquino Spencer Tunick, con la que se clausuró la primera edición del Festival de la Calaca, que se llevó a cabo en esta ciudad del primero al 4 de noviembre.

Ni el frío, ni la pertinaz lluvia, que empezó desde el sábado en la noche, detuvieron la instalación pensada al principio para las 300 personas, que originalmente se inscribieron. Sin embargo, sólo la mitad llegó, para después trasladarse al fraccionamiento Los Senderos, donde desde las 14 horas se había organizado un día de campo, sin embargo, la lluvia se quitaba y volvía, y obligó a los asistentes a buscar refugio en un restaurante del lugar.

Afuera y debajo de varias lonas, se fueron sentando los participantes. Luis, sociólogo de 36 años procedente de la ciudad de México, habló de su emoción de participar nuevamente en un proyecto de Tunick, ya que lo hizo para la instalación masiva de desnudos realizado el 6 de mayo de 2007 en el Zócalo capitalino.

“Fue como ver el espejo de nosotros mismos, vernos tal cual somos, más allá del físico o la clase social”, expresó. Los participantes fueron convocados en Los Senderos a las 14 horas, pero nadie sabía realmente a qué horas iba a realizarse la instalación, aunque desde un principio Tunick dijo que sería al anochecer. Los participantes recibieron gruesas cobijas color beige para mantenerse calientes.

Finalmente, la instalación fue cambiada de lugar para realizarse a campo abierto, en medio de la maleza. A las 17 horas con cuatro minutos un pequeño grupo de medios de comunicación que acudió a cubrir la instalación fue llevado a un costado del campo, debajo de la lluvia que ya nunca se quitó. Desde una edificación en la propiedad se escuchaba a Tunick dando instrucciones.

Cerca de las 17:30 horas, los participantes llegaron al campo con sus respectivas telas blancas y transparentes que, por la lluvia, ya no fueron vaporosas, como se tenía previsto. Mientras, Tunick y su equipo no cesaban de dar instrucciones. Para una primera toma los participantes estuvieron distribuidos en una extensa fila a lo largo el campo.

Para una segunda la instrucción fue: “Extiendan la tela en frente del cuerpo” y “cierren los ojos”, “no sonrían”. “¿Una más?”, preguntó Tunick, y los “espíritus” contestaron: “Sí, sí”. Entonces, todos se adentraron en el campo. “Todos en el monte. Más para este lado. Sepárense”, eran las órdenes. En eso, bajó corriendo el artista, resbalándose. Acercaron una escalera, Tunick subió.

Empezó el acomodo de telas, mientras gritaba: “Pónganse derechos para ver las chiches”.

Tunick se subió nuevamente a la escalera para sacar la foto, una sombrilla lo protegía de la lluvia. “¡Cabrón!”, se escuchó por allí. Para entonces, la esposa de Tunick también ayudaba en el acomodo de las telas que no obedecían como hubiera sucedido sin lluvia.

Tunick trabaja lo más rápido posible, porque como ha expresado en ocaciones anteriores, le preocupa el bienestar de los participantes, tanto por el frío como por la lluvia, en este caso. Faltaban cinco minutos para las seis de la tarde y la instrucción fue: “Manos extendidas a los lados; cierren los ojos”.

A las 18 horas todo había acabado. Los participantes, jubilosos, empezaron su retirada del campo. Desafortunadamente, no había condiciones para que se vistieran. Se veían cuerpos desnudos correr por todos lados, bajo la lluvia, buscando un lugar para vestirse. Cumplida la tarea, los participantes se retiraban del lugar en medio del lodazal. Ahora, sólo falta que el artista les haga llegar una fotografía firmada por él como agradecimiento por su participación.

Inolvidable final de la primera edición Festival de la Calaca, en San Miguel de Allende, Guanajuato.

La Jornada

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