A lo anterior se suman la desigualdad en la distribución de la riqueza, la incapacidad de limitar la anarquía de las fuerzas económicas y el final de la expansión del capitalismo, agrega en entrevista con La Jornada, con motivo de la reciente edición de su libro Una teoría sobre el capitalismo global: producción, clase y Estado en un mundo transnacional (Siglo XXI Editores).
El volumen publicado por primera vez en 2004, será presentado por Pablo González Casanova, Enrique Dussel, Juan Manuel Sandoval y Edur Velasco, en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), plantel Del Valle (San Lorenzo 190, colonia Del Valle), hoy a las 18 horas, a 20 años de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre Canadá, Estados Unidos de América y México.
Robinson señala que “hemos llegado a un nivel nunca visto de polarización social” sólo comparable a los primeros años del siglo XX; y también “estamos rumbo a la construcción de un Estado policíaco global.”
“Como respuesta a esta crisis, los grandes capitales y gobiernos han buscado mantener su actividad económica por medio de la guerra. La invasión a Irak tenía objetivos geopolíticos pero, aparte, era una forma de acumular capital (…) Ahora, la militarización de la frontera entre México y Estados Unidos es una industria al alza. Es una economía mundial de guerra, de conflicto, de represión que tiene dos funciones: contener la rebelión, reprimir los movimientos sociales y acumular. Lo llamo en el libro acumulación militarizada”.
México es el rostro del mundo
En torno al arribo a este nuevo orden, Robinson dice que en el salto de los siglos XX al XXI comienza la época histórica: el capitalismo global, nacido por la crisis mundial de los años 70 y a la posterior restructuración masiva. Los elementos distintivos de este estadio son: un sistema globalizado de producción, finanzas y servicios, una clase capitalista trasnacional, que en México está ejemplificada por Carlos Slim; el surgimiento de un aparato de Estado trasnacional y nuevas modalidades de dominación y desigualdad en escala global.
Destaca que en el presente “no hay un gobierno mundial (…) sin embargo, surge una red cada vez más densa, más activa de organismos supra y trasnacionales que se coordinan entre sí, junto con estados nacionales que han sido integrados a los primeros. Estas redes funcionan para promover la acumulación trasnacional por encima de la acumulación nacional y para establecer un marco regulatorio e institucional para que pueda funcionar la economía globalizada”.
En otro tema, asegura que la presente crisis no tiene precedente, por su magnitud y el deterioro ecológico y social. Los rasgos de ésta se notaron entre 1999 y 2001: el colapso de la bolsa en el área de nuevas tecnologías, la recesión de 2001, “el repunte de resistencias, porque la crisis se ejerce política y socialmente, el surgimiento del Foro Social Mundial y Otro Mundo es Posible.
La nueva crisis, continúa, se da en 2008 con el colapso del sistema financiero internacional. Es una crisis estructural que amenaza con convertirse en sistémica. Refiere que según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), una tercera parte de la población mundial no tiene empleo.
El catedrático de la Universidad de California sostiene que hay dos visiones de resolución de esta crisis. Una, en los organismos internacionales: “Neokeynisianismo global, una redistribución de la riqueza, eso alivia la polarización social y la tensión política y el conflicto, para que se consuma un poco, aumente la demanda y la economía productiva”, impulsada por personas como el inversionista George Soros y el Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Por otro lado están los proyectos de resistencia que proponen una transformación.
El choque de estas propuestas y su fusión –según Robinson– puede permitir otras tres décadas para resolver las cosas, si no, la humanidad estará acabada. “No soy pesimista. Creo que hay salidas que requieren lucha”.
Robinson, quien hizo periodismo durante los años 80, explica sobre los fenómenos de violencia en México: “Se da en el territorio mexicano, pero se tiene que calificar como trasnacional. La incorporación de México a la economía globalizadora ha resultado en la pauperización de millones de mexicanos, quienes se convierten en migrantes en Estados Unidos, en las ciudades o en tropas para el narcotráfico o la delincuencia. Es una ley sociológica: entre más desigualdad social, más violencia.
“México es el rostro del mundo, del futuro, es un espejo. Este colapso del tejido social, esta escalada de violencia, de narcotráfico es un espejo de lo que pasa en el resto del mundo, y del futuro si no hay un cambio de rumbo”. La Jornada