Cultura del agua

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Hemos definido la cultura de agua (o cultura hídrica, indistintamente), como el conjunto de creencias, conductas y estrategias comunitarias para el uso del agua que puede ‘ser leída’ en las normas, formas organizativas, conocimientos, prácticas y objetos materiales que la comunidad se da o acepta tener; en el tipo de relación entre las organizaciones sociales que tienen el  poder y en los procesos políticos que se concretan en relación con el aprovechamiento, uso y protección del agua.  La matriz cultural (que no es una sola sino que se diversifica por las características de cada grupo humano)  predispone al sujeto para percibir-clasificar  el mundo de una determinada manera.

Destacamos que la cultura hídrica es siempre un concepto de grupo, resultado de las percepciones socioculturales y los valores que circulan entre y atraviesan a los sujetos. La cultura hídrica es la acumulación de experiencias en  una  memoria  social  poseída por todos. Avanza  en  niveles  concretos  de comprensión de la realidad y de elaboración conceptual que permite el refuerzo de actitudes individuales y colectivas para enfrentar los desafíos de la realidad.

Dado que el agua es vida (podemos decir, “no hay vida sin agua”) la existencia de todo grupo humano o sociedad  está  hablando  de  la  existencia  de  una cultura  hídrica  determinada. Al  ser  un  elemento  vital,  involucra  a  todos  los miembros  del  grupo  o  sociedad,  y  su  uso  es  el  resultado  de  experiencias seleccionadas  social e históricamente,  lo que  implica, además,  la  transmisión de conocimientos. No hay sociedad  ni grupo social sin un nivel o grado de cultura hídrica. Decir que se necesita enseñar una cultura hídrica equivale a ignorar que cada comunidad tiene una, más o menos perfectible. Es más, si se desea  cambiar  una  cultura  hídrica  por  otra,  es  necesario  reestructurar  los modos de percibir, de creer, de conocer, de organizarse, de vivir y de proyectar un  futuro  común. Esta  idea  implica  un  impacto  que  va mucho más  allá  del manejo  del  agua  en  una  comunidad:  impacta  en  toda  la  cultura,  implica transformar los modos de pensar, sentir, actuar y desarrollarse.

Cada sociedad y cada grupo social tienen su propia y única cultura hídrica. En América Latina, aquella que  fuera producida por nuestros pueblos autóctonos pre  y  post-colombinos  y  la  producida  en  la  actualidad  por  las  comunidades campesinas  se  mezclan  con  otras  formas  de  usos  del  agua.  Todas  tienen idéntica  capacidad  para  aportar  al  conjunto,  algún  conocimiento  sobre  su manejo.

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