Todos los indicios políticos parecen señalar que será Enrique Peña Nieto, el exgobernador del Estado de México, quien llegue a la Presidencia de la República como candidato del PRI en el año 2012. Hombre joven, de buena presencia física –lo cual es ampliamente confirmado por las mujeres-, el exmandatario mexiquense posee, entre otras cualidades, una limpia trayectoria, un envidiable posicionamiento en las encuestas y en las preferencias del electorado, así como sólidas relaciones con importantes actores del Partido Revolucionario Institucional, y con un fuerte grupo político que tradicionalmente ha sido protagonista de la vida pública del Estado de México.
Sin duda Peña Nieto se perfila como el más viable aspirante para suceder en Los Pinos al Presidente Felipe Calderón Hinojosa, quien después de dos sexenios de gobierno panista difícilmente verá a su partido conseguir otro triunfo al hilo, en el proceso electoral del año entrante, ya que la opinión generalizada sobre el desempeño de los gobiernos del PAN no es la más favorable. Se ha desgastado, pues, el blanquiazul, durante los 11 años que lleva ejerciendo la conducción del rumbo del país, y, aunado a ello, los precandidatos que oferta a la ciudadanía no dan muestras de contar con la capacidad para refrendar lo hecho por sus correligionarios Vicente Fox y Felipe Calderón, quienes en su momento lograron el anhelado triunfo. Ni Josefina Vázquez, ni Santiago Creel, ni Ernesto Cordero tienen el arrastre suficiente para mantener al PAN al frente del Estado Mexicano, ya que su penetración en el ánimo ciudadano dista mucho de la popularidad y aceptación de las que goza el hoy el notable aspirante del PRI.
Por la izquierda tampoco Marcelo Ebrard ni Andrés Manuel López Obrador se hallan en condiciones de arribar a la Presidencia de la República, pues el primero de ellos es víctima de un deslucimiento de su imagen ocurrido a raíz de su reciente divorcio de Mariagna Pratts. Tal deterioro de imagen, lejos de aminorarse se acrecentó con su todavía más reciente, y al parecer apresurada –claro, por interés político- boda con Rosalinda Bueso, porque la percepción del ciudadano común es que Ebrard buscó casarse a como diera lugar, con el propósito de evitar que la soltería pusiera en riesgo sus aspiraciones políticas para ser el candidato izquierdista en el 2012. De López Obrador ni pensar siquiera en la posibilidad de que se asemeje al fenómeno que fue hace seis años. Su soberbia y estulticia políticas terminaron por propinarle un doloroso fracaso electoral, mientras que el rencor y la inconformidad con los que dirigió sus posteriores estrategias de agitación social y de protesta, mostraron el verdadero rostro del entonces excandidato perdedor, sepultando la credibilidad y confianza de millones de mexicanos que creyeron ver en el tabasqueño a un prospecto con la estatura y seriedad necesarias para gobernar a México. Después de, entre otras equivocadas acciones, haber tomado durante meses la Avenida Paseo de la Reforma, en la capital del país; e instaurar un “gobierno legítimo”, catalogando de espurio al régimen constitucional de Felipe Calderón; ahora López Obrador pretende enmendar sus graves yerros y reivindicarse con la opinión pública mediante la autoría de un maquillado plan de movilización política, al que ha denominado MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional), que prácticamente ya a nadie convence, pese a su fachada de institucionalidad, patriotismo y democracia.
Definitivamente los reflectores y los vítores del 2012 serán para el PRI, quedando para el PAN y el PRD la circunstancia de ser sólo comparsas. Ya en el escenario priísta comienzan a configurarse una serie de indicios que están dando velocidad y fuerza a las acciones de apuntalamiento de la figura de Enrique Peña Nieto como virtual precandidato del PRI a la Presidencia de la República. El evento organizado por la Fundación Colosio hace dos días, en la Ciudad de Chihuahua, con la presencia de Peña Nieto y su más cercano competidor priísta, el senador Manlio Fabio Beltrones, para fijar posturas sobre la perspectiva política nacional, es una clara muestra de ello. El desenlace electoral del año próximo se halla inexorablemente destinado a escribirse con la tinta del PRI, y su título será, sin duda, la crónica de un retorno anunciado.
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