Atribuir “el fin del mundo a los mayas”, abuso contra su cultura: Víctor Sánchez

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Formado académicamente en las áreas de antropología social y sicología, el investigador –prefiere definirse así, en vez de chamán– ha enfocado todo su aprendizaje en tratar de “cambiar el mundo, para hacerlo un lugar mejor y contribuir a la evolución del ser humano”.

Su forma de hacerlo, según se explica en una breve semblanza, es ayudar a las personas a descubrir ese otro lado de la conciencia al que él llama “la conciencia del Otro Yo” y contribuir así “al desarrollo de una espiritualidad más madura y evolucionada”.

Infinidad de absurdos

Víctor Sánchez se encuentra en este hermoso poblado otrora minero, donde imparte el taller Calendarios y espiritualidad maya-tolteca, que concluye este viernes y mediante el que se ha propuesto, por una parte, desmentir “la infinidad de absurdos” que se atribuyen al calendario maya sobre el fin del mundo este 21 de diciembre de 2012.

Y, por otro lado, precisa, celebrar el fin de los 5 mil 125 días de la cuenta larga del calendario maya-tolteca, que se cumple en esta misma fecha, y el comienzo de un nuevo ciclo.

Parte de esas actividades fue el memorable concierto que la noche del miércoles ofreció Philip Glass al lado de dos músicos wixárikas, de lo cual dio testimonio La Jornada en su edición de este jueves.

“Estamos aquí (en Real de Catorce) para celebrar el fin del B’aktun 13. Mi primera motivación para hacer este taller era decir que no es cierto que el mundo se va acabar ni que los mayas profetizaron algo así. Eso es un abuso de la realidad histórica y cultural de los pueblos de Mesoamérica”, destaca en entrevista.

“La cultura indígena es tan rica y mágica que no necesitamos inventarle nada; el problema es que nadie se toma el tiempo para estudiar eso. No se trata de abrirse a esa información sólo con el cerebro, sino también con actos y experiencias uno puede conectarse con esas raíces profundas, de seres que no eran perfectos y tenían problemas, pero de cuyas peculiaridades podemos aprender mucho.”

Con una bibliografía que ha sido traducida a 20 idiomas, Víctor Sánchez mantiene el convencimiento de que las comunidades indígenas “nos dan ejemplo y nos sirven de inspiración” a quienes pertenecemos a la cultura occidentalizada.

Lo anterior, explica, “para empezar a buscar nuestra propia manera de estar en el mundo, respetando y conectado ciertos aspectos de la vida que en la modernidad y la globalización nos hacen mucha falta”, como el respeto y el amor por las fuerzas de la naturaleza.

Sin embargo, de acuerdo con el especialista, “existe cierta superficialidad” en la manera como se han abordado en el país los temas indígenas, y no sólo eso, sino que no se ha encontrado el punto medio para tratarlos.

“Si uno quiere aprender de las comunidades indígenas, ¿qué podemos hacer? La mayor parte de la gente los ignora o hasta los discrimina, pero también están los que los idealizan y tratan de imitarlos, cuando esto último es absurdo, porque tenemos culturas diferentes.”

A decir del escritor, es innegable que los mexicanos profesan cariño, admiración y curiosidad genuinos por las culturas y los pueblos originarios, como lo demuestra su interés de acudir a las zonas arqueológicas e incluso, al estar en ellas, tener la necesidad de subirse a una pirámide y levantar los brazos hacia el sol.

Eso es algo que “el mundo académico ve como tonterías, pero ¿por qué no dicen nada de las personas que van a ceremonias a templos religiosos católicos? Creo que eso es un gran acto de discriminación contra la curiosidad que el mexicano siente hacia sus patrimonios cultural y espiritual”.

Frente a ese interés que en su opinión existe en el país por “conectarse con el México profundo”, Víctor Sánchez lamenta que, en términos generales, prevalezcan sólo dos opciones. Una es la académica, orientada a hablarle a los propios académicos y no a la gente; y la otra es el new age, que “inventa una cantidad inimaginable de tonterías”, critica.

“Y en medio de esos dos ámbitos está la realidad; justo en ese terreno es en el cual me desarrollo. Lo que pasa en el México profundo es maravilloso, no obstante las cosas terribles que hay en él, como la pobreza extrema; tenemos mucho que aprender de él”, concluye.

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